martes, 7 de diciembre de 2010

Frío polar


Se había maquillado para mi… No solo era eso, estaba exultante con la cara roja por el frío de venir caminando hasta donde habíamos quedado. Yo la estaba esperando dentro del bar, esperando que en cualquier momento abriese la puerta y se sentase a mi lado a compartir unas horas de una noche que ninguno de los dos sabía como iba a terminar.
Todo había empezado hacía unos días. Un amigo común nos había presentado. Estuvimos toda la noche juntos, aunque prácticamente no hablamos. Pero si lo hicieron nuestras miradas, furtivas en algunos casos… directas en otros. No fue hasta el final de la noche, en el momento de despedirnos, cuando me decidí a pedirle su teléfono y decirle que me gustaría volver a verla.
Habían pasado tres días, tres días de auténtica tortura, cuando me decidí a llamarla. Un tono, dos tonos… al quinto tono, sonó su melodiosa voz al otro lado del teléfono. – Había descolgado!
- Si? Dígame.
- Hola Bea! Soy Pierre, me conociste la noche del lunes, te acuerdas?
- Hola Pierre!! Como no iba a hacerlo? Dijiste que me llamarías…
- No quería molestarte, simplemente decirte que esta saldré a tomar algo y me preguntaba si te apetecería acompañarme.
- Pues… había quedado con una amiga, pero la verdad es que me apetece un plan alternativo. Porqué no? Cuenta conmigo.
Y allí estaba yo, sentado en ese bar que tanto solía frecuentar. Nervioso, viendo como me servían la copa. Cuando me giré, vi su silueta a lo lejos, y a medida que se acercaba comprobé que era ella. Todo lo que había imaginado estaba a punto de empezar a hacerse realidad.